La preocupación por la mejora y la optimización de los cultivos ha dado lugar, en los últimos años, a diferentes formas de proceder a la hora de llevar a cabo un trabajo en el ámbito de la agricultura.
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ToggleUna de las fórmulas más en boga en la actualidad es la llamada agricultura de conservación, un método de cultivo sostenible que no requiere de técnicas, maquinaria o productos químicos novedosos, sino todo lo contrario: está basado en técnicas ecológicas conocidas desde hace milenios, pero optimizadas para que hacer un trabajo de agricultura responsable no sea sinónimo de baja productividad o pérdidas económicas.
Conocer perfectamente qué es la agricultura de la conservación permitirá a las personas que se plantean explorar diferentes formas de trabajar en el campo plantear esta nueva posibilidad y valorar si es adecuada para sus necesidades de producción.
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Qué es la agricultura de conservación
Para comprender qué es la agricultura de conservación, lo primero que hay que pensar es que es un procedimiento de trabajo sobre la tierra que valora una mínima intervención mecánica en el día a día.
Evidentemente, esto es solo la base de esta propuesta cada vez más extendida, pero es importante tenerlo en cuenta, pues el hecho de trabajar sin grandes máquinas y sin procesos automatizados es el valor principal de esta filosofía de trabajo.
A esto se unen dos valores más que podrían servir como un plano general de lo que se conoce como agricultura de conservación: la cobertura vegetal permanente del suelo y la rotación de cultivos. Todo ello, unido, genera un modelo de trabajo sostenible, respetuoso con el medioambiente y que ofrece un producto de una calidad elevada.
Baja interacción mecánica
La técnica, la investigación y la evolución han venido a agilizar y facilitar procesos que antiguamente se tenían que hacer a mano y con mucho trabajo y esfuerzo en el campo. Evidentemente, esto es algo positivo, pero también tiene sus puntos negativos.
La agricultura de conservación considera que la utilización continua de aparatos y maquinaria no solo no es necesaria, sino que puede llegar a ser perjudicial para la calidad del suelo y, sobre todo, para el ecosistema natural.
Aquí surge el concepto de labranza cero. ¿Y qué quiere decir esto? Los profesionales que trabajan bajo los métodos de la agricultura de conservación siguen un modelo que les permite cultivar sin labrar la tierra y sin el uso de arados o cualquier otro instrumento similar.
Serán los restos de la cosecha anterior los que sirvan como eje de anclaje a las nuevas semillas, de manera que la vegetación muerta del trabajo previo da vida al siguiente.
Cobertura vegetal permanente
Esto va unido indisolublemente al siguiente valor principal de la agricultura de conservación, que es que el suelo trabajado siempre debe estar cubierto por vegetación, sea esta viva o muerta.
Los residuos o rastrojos sirven para nutrir el suelo y producir mejoras de manera automática, como la mayor infiltración de agua, la reducción de la evaporación y la posibilidad de mantener una temperatura moderada del suelo.
Además, reduce los gases efecto invernadero, mejor la fertilidad y evita le encostre de la superficie, que puede acabar por convertir el suelo en tierra yerma donde no se pueda plantar
Rotación de cultivos
Conocido desde la antigüedad, este método de cultivo para permitir ‘descansar’ al suelo viene a contribuir en la mejora de la producción.
Intercarlar o rotar los cultivos permite que se doble la producción, se reduzcan las plagas, se controle la maleza y, a nivel comercial, se reduzcan los riesgos económicos, ya que los cultivos tienen más posibilidades de sobrevivir al ser variados ante plagas o condiciones climatológicas adversas. Todo son ventajas en este sentido, y así lo demuestran las plantaciones que trabajan con este método.
Beneficios de la agricultura de conservación
Son muchos los beneficios de la agricultura de conservación. El hecho de eliminar los trabajos de labranza, por ejemplo, hace que el gasto de agua se reduzca y se registre un importante ahorro en este consumo, lo que repercute directamente en al reducción del gasto.
Esto, sumado a la mejora de la calidad del suelo y a la ya señalada posibilidad de que este conserve más agua hace que sea más fácil llevar a cabo ciertos cultivos impensables de otro modo en zonas de climas extremos.
Esto es de vital importancia, ya que en un momento en el que cada vez se acusan más los efectos negativos del cambio climático, los agricultores deben estar preparados para afrontar los retos de un clima que se va polarizando año a año y campaña tras campaña.
Evidentemente, todos estos beneficios hacen que la mayoría de agricultores con posibilidades, conocimientos y recursos opten por plantearse trabajar bajo los preceptos de la agricultura de conservación, un método de cultivo que mira al futuro. Y con ello, lograr una producción sostenible, rica, económica, respetuosa con el medioambiente y que aporta, además, la satisfacción de estar mejorando un poco el planeta.