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Agricultura moderna: cómo funciona y todas sus ventajas

Hasta mediados del siglo XX las labores agrícolas que implementaban los agricultores en explotaciones de todo el mundo no diferían demasiado de las que se habían venido aplicando durante siglos. Sin embargo, entre los años 60 y 80 del siglo pasado tiene lugar una de las mayores revoluciones en la historia de la agricultura: la revolución verde.

Los avances tecnológicos y la transferencia de estos avances en el sector industrial al agropecuario que tuvieron lugar durante estos años suponen un incremento en la producción agrícola sin precedentes en la historia. De esta forma, la llegada al campo de fertilizantes sintéticos, nuevos pesticidas y maquinaria pesada, junto con la aparición de nuevas variedades vegetales, especialmente de cereales, dieron forma a la agricultura moderna.

Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), en los años 60, el 56 % de la población mundial vivía por debajo del umbral mínimo de calorías por día, cifra que descendió por debajo del 10 % durante la década de los 90.

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Esta revolución provocó un cambio de paradigma en el sector agrícola, abandono de variedades locales (muchas de las cuales han desaparecido), fuerte tendencia al monocultivo, necesidad de grandes inversiones económicas, concentración de explotaciones (en España pasamos de unos 3 millones de explotaciones en 1962 a algo más de 950 000 en 2009), gran incremento en el uso de sustancias químicas para fitosanitarios y fertilizantes, así como un aumento en la demanda hídrica sin precedentes.

Características de la agricultura moderna

A partir de los años 90, nuevos avances en los campos de la ingeniería y la biotecnología provocaron una nueva transformación en el sector. Estos avances surgen, en gran medida, como respuesta a los dos grandes retos provocados por la revolución verde: la escasez de agua y de tierras para cultivo. Así, la introducción de los invernaderos, nuevas tecnologías de riego y tratamiento de agua, cultivos hidropónicos, fertilizantes y plaguicidas más efectivos y semillas manipuladas genéticamente suponen conceptos que marcan nuevas diferencias entre la agricultura tradicional y la agricultura moderna.

Elementos esenciales de la agricultura moderna

Actualmente, nos encontramos inmersos en un nuevo escalón de esta evolución agraria: el uso del big data y del “Internet de las Cosas. Los nuevos programas informáticos que emplean estas herramientas, y que cualquier agricultor puede utilizar desde su teléfono móvil, permiten realizar predicciones relacionadas con cosechas, fertilización o riegos que ayudan a afinar en la toma de decisiones y a optimizar recursos.

En esta línea, los actuales algoritmos están convirtiendo las predicciones meteorológicas en pronósticos más sofisticados. Lluvia, humedad, viento y temperatura se pueden medir con mayor precisión utilizando modernos sensores y complejos modelos y simulaciones informáticas.

Del mismo modo, las mediciones espaciales con señales de sistemas de posicionamiento global o la utilización de drones son herramientas con aplicaciones en constante desarrollo. Determinar las zonas de la explotación con demanda de abono, detectar en tiempo real cambios de humedad o la calidad del aire, examinar el estado de salud de las plantas y la calidad del suelo en cada instante, son solo algunos ejemplos del alcance que muestran este tipo de herramientas.

Pero el empleo de las nuevas tecnologías no se restringe a los procesos de producción, los dispositivos de trazabilidad y el empaquetado inteligente permiten el monitoreo de los productos durante el almacenamiento, procesamiento y transporte.

Por otro lado, la tecnología puede contribuir a un uso más eficiente de los recursos, que supone uno de los grandes retos de la agricultura moderna. En este sentido, los sistemas de detección de necesidades hídricas mediante sensores o el desarrollo de nuevos sistemas de riego inteligente, en cuanto al agua, y el empleo de fuentes energéticas sostenibles (como el bombeo solar o los tractores eléctricos), en el campo energético, suponen un gran avance en esta dirección.

En un futuro cercano, el empleo de la ingeniería genética para la producción de semillas puede jugar un papel muy importante para la adaptación del sector agrícola a las nuevas condiciones ambientales derivadas del cambio climático.

Según las predicciones de diversos organismos internacionales, durante los próximos años tendrá lugar un cambio en los regímenes de lluvias a nivel mundial que provocará largos periodos de sequía, especialmente relevantes en la región mediterránea. El desarrollo de nuevas variedades de semillas que puedan adaptarse a estas nuevas circunstancias climáticas será una prioridad para las empresas del sector en el corto y medio plazo.

Ventajas frente a la agricultura tradicional

Las ventajas de estos nuevos métodos aplicados a la agricultura son incuestionables y se pueden observar a varios niveles.

Por un lado, la reducción de costes, derivada del ahorro en pesticidas, fitosanitarios y agua, y el aumento en la producción conllevan un importante incremento en la rentabilidad económica de la explotación.

Otra importante ventaja de la agricultura moderna frente a la tradicional es la reducción en la pérdida de cosechas por el deterioro del producto durante su almacenamiento. Esta minimización de pérdidas es una consecuencia del aumento en la calidad de las plantas y del avance tecnológico en los métodos de almacenamiento.

Por último, los agricultores que aplican en sus explotaciones estas tecnologías innovadoras reducen notablemente el tiempo que deben dedicar al cultivo, lo que les permite concentrar más energía en las operaciones comerciales y encontrar mejores condiciones económicas para vender sus cosechas.

Según las previsiones de Naciones Unidas la población mundial alcanzará los 9000 millones en el año 2050. Alimentar una población de esta magnitud en unas condiciones marcadas por los efectos del cambio climático va a suponer un reto de máxima envergadura para el sector agrícola que debe ser capaz de afrontar. De lo contrario, imaginar las consecuencias para la humanidad nos presenta un panorama muy sombrío.

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